Podremos tener a todos los canales de la prensa nacional transmitiendo desde diversos puntos de la zona afectada por el terremoto, pero por el momento sólo lo más evidente debe sernos lo efectivamente cierto. Hubo un movimiento telúrico, el mar se volcó sobre la tierra dejando un número aún desconocido de víctimas (sobre las 700 hasta la fecha), se perdieron las comunicaciones y se suspendieron los servicios básicos.
Hubo saqueos ¿Cuántos? ¿En qué puntos específicos? No podemos responder por el momento. Lo que si podemos adelantar es que si nos dejásemos llevar por las imágenes y las narraciones de los corresponsales probablemente terminaríamos creyendo algo mucho mayor que lo que en verdad ocurrió. No se trata de disminuir los efectos del terremoto, pero valga esta ?duda metódica? hasta por lo menos contar con cifras, relatos, y en lo posible un mapa de las zonas que sufrieron la desesperación exrpopiadora de la población afectada, punto que ha sido el tema más recurrente después de la catástrofe misma. No olvidemos que la hipérbole es un rasgo de la prensa burguesa, y lamentablemente ésta tiene casi el monopolio respecto a lo que pasa en los lugares afectados.
Hay que destacar cómo ante la emergencia la ?opinión pública? ha sido indulgente con las trasgresiones que ha sufrido principalmente el comercio mediante saqueos, haciendo ?eso sí- la distinción entre el buen ladrón y el malo; entre aquel que roba lo necesario y aquel ?inescrupuloso? que corre cargando un televisor o bienes casi suntuarios, considerando el contexto. Se olvidan los medios de cuando las farmacias robaban mancomunadamente sin hallarse precisamente en condiciones de catástrofe.
La delgada línea entre el robo ético y el vulgar da para mucho, pero donde sí hallamos unanimidad en el rechazo es en el robo de casas o de almacenes de pequeña escala, y es que en este particular vemos cómo se perpetúan saqueos entre gentes de condiciones socioeconómicas similares. Pesos más, pesos menos, todos caen en la categoría de explotados ¿o alguien trató de saquear los resistentes hogares de los Paulmann o los Claro? Me atrevería a decir que el robo inter pares estuvo marcado por el impulso fratricida de la desesperación y el oportunismo.
¿Qué produce esta situación? No se trata de que ante el terremoto la gente haya retrocedido a sus impulsos naturales, tal aseveración es una mentira que en primer lugar supone cierta ?naturaleza? humana y que en segundo la prescribe como competitiva, destructora y originariamente antisocial. Lo que nos mostró el terremoto fueron patrones de comportamiento moldeados por el sistema en el que nos tocó vivir. No es sino el espíritu mismo del capitalismo el que emergió ante la excepcionalidad, cuando no hay normas que lo contengan. Vino y nos recordó lo que nunca teníamos que olvidar, que nos somete unos contra otros en el forcejeo de la propiedad, la plusvalía, la desconfianza hacia el vecino, tan coherentemente celebrada por las voces alarmistas que ganan mientras cada vez más miedo sintamos hacia el exterior. Tal como las placas de Latinoamérica y de Nazca, nos empujamos unos contra otros buscando lo propio, y de cuando en vez la pugna genera explosiones.
Por eso, cuando nos dicen que es el ?lumpen? el que roba, debemos considerarlos en cierta medida como los ?vivos? que en esta ocasión entendieron a la perfección de lo que se trataba nuestro sistema social y sacaron provecho: compitieron, despojaron, especularon, se salvaron (dejando a otros en el camino). Fueron más allá del justificadísimo robo a grandes casas comerciales, prescindieron de todo buen comportamiento ?solidario? (en el sentido de la palabra utilizado por los curitas). No son precisamente pobres, mucho menos necesitados de recursos; son los arribistas, medios pelos con mentalidad capitalista que ?acorde al padre que los engendró- vieron en la casa de su vecino un gran supermercado.
Por otro lado, están quienes se limitaron sólo a robar en el comercio, quienes se ayudaron entre vecinos y emplearon la noción de solidaridad que el espíritu de competencia aún no les había hecho olvidar. No son los buenos de la jornada, sólo son personas que buscaron la manera inmediata de sobrevivir y protegerse sea organizando el saqueo o bien los grupos de choque en sus barrios. Sin embargo, al final del caos todo probablemente (espero equivocarme) quedará donde mismo estaba antes del terremoto. La vuelta a la normalidad apagará todo germen de organización que pudiésemos estar viendo estos días.
Este punto nos hace reflexionar en torno a las redes sociales de base existentes en la sociedad previo al desgraciado evento. Probablemente no nos equivoquemos al decir que la catástrofe encontró bastante mal parados, es decir, poco preparados y articulados, a juntas de vecinos, sindicatos etc. Salvo contadas excepciones los afectados no tuvieron sino que echar mano a organizaciones improvisadas, que dan cuenta del nivel de desmovilización existente en los espacios cotidianos. Esto nos ayuda a entender a regañadientes cómo la gente no en pocos casos y no precisamente los más acaudalados pedían militares en las calles ¿Pudo ser de otra forma? Aparte de las familias ¿A quién más iban a recurrir los afectados?
El rol de los militares y el Estado presentan un interés que los hace dignos de ser trata tratados en un artículo aparte. Si bien nuestras convicciones libertarias nos llevan a plantear de primer momento su desaparición total, es en situaciones como éstas en donde nuestra postura debe ?si no quiere quedarse en pataleo y en consigna ultraconocida- problematizar en torno a cómo, si bien el Estado neoliberal se presenta casi inexistente en lo económico, en lo social se halla enquistado al punto de monopolizar la acción cotidiana de manera que éste actor y no otro (u otros) se atribuye(n) la responsabilidad de reconstruir. Es necesario tomar estas experiencias, por amargas que sean, y cuestionarnos acerca de los espacios que hay que disputar en la construcción material y moral del mañana. Los partos de emergencia que alumbraron tambaleantes instancias de apoyo mutuo no deben perderse, no deben volver a guardarse hasta la próxima arremetida de la naturaleza. Los espacios que lograron gestionarse entre vecinos deben avanzar y expandirse, no funcionar solamente como ?reemplazo? de un Estado que por algunos momentos estuvo ausente. Debemos construir bajo parámetros antisísmicos y antisistémicos.