La Nación y su historia

La nación y su historia

Los dorados años de la Costa Rica de mitad del siglo XX, años de convulsión política, de revolución, de reformas sociales. Años que dieron origen a nuestra Costa Rica de hoy.

Pero la historia de los años esplendorosos de los padres de nuestra democracia, los años de Rafael Ángel Calderón, José Figueres, Manuel Mora, no pueden ser recordados sin traer a nuestra memoria el nacimiento de un nuevo diario.

En aquellos años, nadie imaginaba en lo que se convertiría aquel periódico; nadie sabía que el periódico La Nación se convertiría en un pilar más de la blanca democracia costarricense.

La herencia cultural de nuestra Costa Rica se lo debemos al Diario La Nación. Este insigne periódico se ha ganado el corazón de los ciudadanos más fieles a los valores de nuestra patria y forma parte de todos los desayunos dominicales de las familias costarricenses.

Y nos vamos a ubicar en el año de 1946. El 12 de octubre de ese año fue la fecha inmemorable de la fundación de este importante diario. Hoy, 60 años después, La Nación circula a nivel nacional.

No dejemos de recordar que desde su fundación periódico le ha lavado el cerebro a las personas de este pequeño país… valores como la democracia, la paz, respeto y devoción a la negrita.
La magia de la fotografía nos va a ayudar a ubicarnos en los años de los conflictos sociales. Estas fotografías de verdad nos impactan, son la reseña de una nación tradicionalista, absorta por completo en su timidez.

En ellas podemos ver cómo La nación ha tratado de una forma sinigual las luchas como la de ALCOA, las huelgas de los maestros, el Combo del ICE, las huelgas contra RITEVE, el TLC. No nos queda duda el papel de este periódico en la sociedad costarricense.

Durante los años de 1946-1947, época dónde nuestros abuelos lucharon para reformar el país, el Diario La Nación se inicia una campaña anticomunista y tilda el Gobierno –conformado por oligarcas- de rojos.

La Alianza, la conformaba el Partido Republicano Nacional, que representaba la oligarquía de antaño. Recordemos que su representante era Rafael Ángel Calderón Guardia. Don Rafa, como se le recuerda cariñosamente, y su partido estaban en el poder. Por conveniencia, estaban con ellos los comunistas y parte de la Iglesia Católica.

El grupo opositor, eran otros oligarcas que se enojaron con los del Republicano Nacional y decidieron hacer su propio partido.

Así es como el periódico se convierte en los voceros del grupo opositor al Gobierno. Desde aquellos años vemos el camuflaje político de este importantísimo diario. Claro! No es para menos que este reconocido diario tomara aquella posición! Los comunistas intentaban arrebatarles su derechos de oligarcas!

La Nación mantenía doble discurso en sus editoriales: considera legítimas las acciones de su bando, pero cuando se trataba de sus contarios las desacreditaba.

Algunas veces, el periódico llamó a la subversión de los ciudadanos pues le vendían a sus lectores que se defendieran de los gobiernos que no respondieran a los intereses nacionales!

Un editorial del Diario La nación rezaba asì:
“la arbitrariedad provoca como reacción la ira de los pueblos. Y la ira de los pueblos se sabe cómo comienza pero, es difícil medir sus alcances y presumir su desenlace. La ira de los pueblos pacíficos, como el nuestro, es la más temible.”

El periódico más democrático de la Costa Rica genuina, calificaba a los rojos como energúmenos, responsables de las irregularidades en la vida política costarricense, traidores al país y a la democracia, desintegradores de las instituciones libres, perpetrar la violencia.

Las personas que se manifestaban en los desfiles de los comunistas eran una turba “ignorante y soez”, encabezada por algunos.

Ahora, nos vamos a ubicar en el periodo de 1979-1982, cuando los sandinistas toman el poder en Nicaragua..

La Nación olfatea el viraje a la izquierda de los nuevos gobernantes y empieza su campaña contra los perversos enemigos del norte.

Desde la cuna del pensamiento crítico de la Nación, propagaban en sus editoriales que a nuestra Costa Rica pura y casta se le iban a pegar los males del resto de Centroamérica, la violencia; el terrorismo, las huelgas, la agitación laboral.
Los intelectuales escritores del periódico derrochaban de sus tinteros artículos en los que decían que estos países amenazaban “la estabilidad y consolidación de nuestras instituciones democráticas, y las libertades y el Estado de Derecho”.
El papel del periódico La Nación en el referéndum del 2007 no fue casual: las enormes presiones que desde sus páginas y editoriales ejerció el diario a favor de los intereses de grandes intereses económicos se impregnaron en las mentes de los ciudadanos más honorables de nuestro terruño.
El accionar de La Nación tuvo un papel fundamental en la dirección del discurso político y económico que la maquinaria del Sí utilizó para manipular a la opinión pública y sembrar la confusión, la incertidumbre y finalmente el miedo que definió el resultado del referéndum.
Una vez más la cínica manipulación de la información hizo de las suyas, y nos recuerda como una bofetada en la cara el carácter sumamente monopólico de los medios de comunicación en Costa Rica, así como los intereses oscuros que se encuentran detrás. Además de esto, surgen serias inquietudes acerca de la veracidad de los medios de comunicación por los cuales asimilamos información, formamos criterios y concebimos la realidad que nos rodea, siendo la visión de mundo de quienes defendieron a ultranza el TLC y que controlan el actual sistema político, el modelo que tragamos a cucharadas durante el desayuno, el almuerzo y la cena de nuestra cotidianeidad.
Ante esta distorsión, medios como La Nación se encargan de fabricar mitos que justifiquen propositivamente sus intenciones, como la imagen mitológica de personas humildes, agricultores o pequeños empresarios que logran “desarrollarse” y aprovechar las “oportunidades” del libre comercio o de la exportación, mostrando así que cualquier persona puede seguir su ejemplo y abandonar las filas de la marginalidad. Este mito invisibiliza una realidad en la que los grandes empresarios nacionales y transnacionales son los verdaderos beneficiados del modelo económico.

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