7 años después

7 años después (Fragmentos) del libro las venas abiertas de América Latina. Eduardo Galeano, 1977.

Nuestras máquinas de picar carne humana integran un engranaje internacional. La sociedad se militariza, el estado se vuelve permanente y se vuelve hegemónico el aparato de represión a partir de un ajuste de tuercas desde los centros del sistema imperialista.

Cuando la sombra de la crisis acecha, es preciso multiplicar el saqueo de los países pobres para garantizar el pleno empleo, las libertades públicas y las altas tasas de desarrollo en los países ricos. Por eso, el principal producto de exportación de América Latina, venda lo que venda, materias primas o manufacturas, son sus brazos baratos.

Pero sería injusto no reconocer en este campo de actividades cierta capacidad creadora de las clases dominantes latinoamericanas. Nuestras burguesías no fueron capaces de un desarrollo económico independiente y sus intentos de creación de industria nacional tuvieron vuelo de gallina, vuelo corto y bajito.

A lo largo de nuestro proceso histórico, los dueños del poder han dado sobradas muestras de su falta de imaginación política y de su esterilidad cultural. En cambio, han sabido montar una gigantesca maquinaria del miedo y han hecho aportes propios a la técnica del exterminio de las personas y de las ideas.

En los países de América Latina, los dictadores han ocupado el poder en función de una necesidad del sistema y el terrorismo de estado se pone en funcionamiento cuando las clases dominantes ya no pueden realizar sus negocios por otros medios.

En nuestros países no existiría la tortura si no fuera eficaz; la democracia formal tendría continuidad si se pudiera garantizar que no escapara al control de los dueños del poder. En tiempos de crisis la democracia se vuelve un crimen contra le seguridad nacional –o sea, contra le seguridad de los privilegios internos y las inversiones extranjeras.

El sistema quiere confundirse con el país. El sistema es el país, dice la propaganda oficial que día y noche bombardea a los ciudadanos: el enemigo del sistema es un traidor a la patria. Pero, sin cesar se incuban, en la inagotable imaginación popular, nuevas formas de lucha, el trabajo a tristeza, el trabajo a bronca, y la solidaridad encuentra nuevos cauces para eludir el miedo.

No asistimos en estas tierras a la infancia salvaje del capitalismo, sino a su cruenta decrepitud. El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo. Es su consecuencia.

El subdesarrollo de América latina proviene del desarrollo ajeno y continúa alimentándolo: Impotente por su función de servidumbre internacional, moribundo desde que nació, el sistema tiene pies de barro. Se postula así mismo como destino y quisiera confundirse con la eternidad.

Toda memoria es subversiva, porque es diferente, y también todo proyecto de futuro. Se obliga al zombie a comer sin sal: la sal peligrosa podría despertarlo

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