Aun si era tardía y a medias. “No hubo ni discusión, vinieron decididos”, aseguró, casi susurrando, el diputado Marvin Ponce en medio de la sesión.
Él y otros treinta y tres legisladores confiaban en que el presidente electo, Porfirio Lobo, presionaría a su bancada para aprobar la vuelta del mandatario derrocado Manuel Zelaya. Pero no bien comenzó el debate, sufrieron una nueva decepción.
“Nos manifestamos a favor de la ratificación del decreto 141/2009 aprobado el 28 de junio”, sentenció Rodolfo Irías, jefe de la bancada nacionalista. Era el punto final. El partido que ganó las elecciones del domingo había abandonado el doble discurso para sumarse, sin sutilezas, a las filas golpistas.
El Congreso no llegó ni a discutir el llamado Acuerdo de San José–Tegucigalpa, firmado por golpistas y zelayistas a principio de noviembre, que proponía la restitución de Zelaya, previa votación en el Legislativo.
La sesión había comenzado a las 13 hora local, tres horas más tarde de lo programado, y lo primero que se escuchó en el recinto fueron las recomendaciones de las cuatro instituciones consultadas: la Corte Suprema, la Fiscalía General, la Procuraduría nacional y el Comisionado Nacional de Derechos Humanos.
La opinión era unánime. “La restitución es insostenible jurídicamente”, había señalado el informe de la Fiscalía. La Corte Suprema, por su parte, respondió ratificando seis cargos penales contra el presidente legítimo, todos imputados después del golpe del 28 de junio pasado.
El clima no era el más favorable para los zelayistas y los dirigentes que, a pesar de sus diferencias con el presidente legítimo, reclaman la vuelta de la democracia. “La división en el frente internacional fortaleció a los golpistas y ya no sienten que tienen que negociar para ser reconocidos”, explicó a este diario un negociador zelayista, quien ayer intentó hasta último momento convencer a los diputados de Lobo, el presidente electo.
El partido de Lobo controla 55 de los 128 diputados del Congreso unicameral. Los zelayistas le habían propuesto que se abstengan, de manera que permitieran la restitución sin tener que votarla.
Con la abstención de la bancada nacionalista, los diputados antigolpe sólo tenían que conseguir una mayoría simple de 37 votos. “Tenemos 33 seguros y podíamos llegar a conseguir los otros cuatro. Pero si los 55 del Partido Nacional votan a favor del golpe, de nada sirven nuestros esfuerzos”, explicó el negociador del presidente derrocado.
Antes de las elecciones, Lobo y los diputados de su partido habían mantenido un buen diálogo con los zelayistas. “Algunos realmente creímos que el nuevo gobierno del Partido Nacional iba a apoyar un gobierno de unidad nacional, con Zelaya a la cabeza”, señaló Ponce, diputado de Unificación Democrática, la principal fuerza progresista en el Congreso. Lobo hizo campaña con la promesa de reconciliar a la sociedad hondureña y, después de ganar el domingo, se comprometió a formar un gabinete de unidad nacional.
Pero su ambigüedad y sus constantes guiños a Zelaya parecen haber alcanzado un límite ayer. “Pepe Lobo se reunió por la mañana con las fuerzas armadas y después les dio la orden a sus diputados de votar en contra de la restitución”, denunció el diputado. Una fuente muy cercana al presidente Zelaya confirmó la versión. “La cúpula militar le dijo que no querían empezar con problemas con el nuevo gobierno”, relató la fuente, quien pidió no revelar su nombre por razones de seguridad.
Al cierre de esta edición, los diputados hondureños continuaban debatiendo y todo indicaba que la sesión se prolongaría durante la madrugada. Pero para los pocos zelayistas dentro de la Cámara y para los cientos de militantes que esperaban la decisión afuera del edificio, frente a varios cordones de policías, la suerte ya estaba echada para el presidente Zelaya y para la democracia hondureña. Ya lo había adelantado el dictador Roberto Micheletti a la mañana, cuando volvió a ocupar el sillón presidencial. “Zelaya es historia; ya es parte del pasado”, había sentenciado, con aire triunfalista. Cinco meses después del golpe de Estado que lo encumbró en el poder, su obra estaba completa.