Que McDonald’s abra un restaurante “ecológico” puede sonar tan extraño como que exista un McDonald’s gastronómico o nutritivo. Esto solo se entiende desde la perspectiva de una campaña que busca asociar su imagen con prácticas amigables con el ambiente, y como respuesta ante las múltiples críticas y ataques que este gigante de las comidas rápidas ha enfrentado por décadas.
En Lindora se encuentra esta versión de McDonald’s con techo verde, aire acondicionado de alta eficiencia y vidrios que reducen la temperatura en el interior del restaurante. Pero, ¿es esto suficiente para creer en un compromiso real de esta cadena con el medio ambiente?
Tomemos en cuenta lo difícil que puede resultar para una empresa con más de 31 mil restaurantes en 119 países de todo el mundo ser ecológicamente sostenible. Comencemos por la basura. Se calcula que McDonald’s produce unos doscientos mil kilos de desechos por hora, los cuales además de ser eliminados por sus usuarios en menos de cinco minutos, no son reciclados.
Con la basura que McDonald’s produce diariamente se podría llenar completamente el edificio Empire State de Nueva York.
La gran demanda de carne necesaria para suplir los restaurantes de McDonalds’, que cada día alimentan a 47 millones de personas un equivalente a la población de España requiere que grandes extensiones de terreno sean utilizados tanto para la producción de granos para alimentar al ganado vacuno como para que los animales pasten.
El impacto de la actividad ganadera, necesaria para poder suplir esta enorme demanda de carne conlleva efectos para nada “ecológicos”.
Se estima que entre 1966 y 1990, 35 mil Km. cuadrados de la selva tropical de las amazonas fueron desmontados para producir ganado y que en 1980 el 72 por ciento de la deforestación de esta zona se debió al establecimiento de tierras de pasto para el ganado.
El hecho de que para producir un cuarto de libra de carne molida se necesiten unos doce metros cuadrados de tierra, colocó a los ranchos ganaderos como causa primaria en la destrucción de la selva tropical en Centroamérica, en donde un 25% de bosques tropicales fueron desmontados para dar paso a la ganadería.
Por otra parte, el ganado vacuno es una causa importante del efecto invernadero gracias a las millones de toneladas de gas metano que van a parar a la atmósfera como consecuencia de sus desechos orgánicos. A esto hay que sumarle los fertilizantes e insecticidas utilizados en su alimentación como agentes de contaminación del agua de los ríos.
Un sonado caso
Uno de los casos más emblemáticos que ha enfrentado McDonald’s en su afán por defenderse de los ataques de grupos conservacionistas es el llamado McLibelo.
Así se bautizó un juicio que la transnacional emprendió en contra de los activistas Helen Steel and David Morris del grupo Greenpeace London. El litigio se originó por la distribución de un folleto titulado: “¿Qué hay de malo con McDonald’s?”, el cual la transnacional intentó desmentir.
Luego de una larga batalla legal, David puso contra las cuerdas a Goliat ,y la notoriedad del caso, así como las pruebas que salieron a la luz pública, dieron como resultado una desastrosa derrota de relaciones públicas para la empresa.
Si bien el juez encontró culpables de difamación a los activistas (En Gran Bretaña es casi imposible ganar un caso de difamación, pues el acusado corre con la carga de la prueba), también les dio la razón en varios puntos.
En la sentencia de 800 páginas, el juez Rodger Bell falló que McDonald’s efectivamente “explotaba” a los niños a través de su publicidad. También sentenció que la cadena de comidas ponía en peligro la salud de sus consumidores habituales, que pagaba a sus trabajadores salarios excesivamente bajos y además era responsable de la crueldad infligida a los animales por muchos de sus proveedores.
En suma. El carácter global de las operaciones de McDonald’s la coloca en la lista de empresas que funcionan bajo un esquema de producción masivo el cual, por su naturaleza, ocasiona graves daños al medio ambiente que no son subsanables con la simple apertura de uno o dos restaurantes con la etiqueta de “ecológicos”.
El hecho de que solo exista uno de este tipo en Centroamérica y dos en todo Latinoamérica, deja ver que se trata más de una campaña de relaciones públicas orientada a mejorar la imagen de la empresa, intentando parecer amigable con el ambiente, que a un cambio profundo de dirección que merezca reconocimiento
Podríamos comparar este esfuerzo con las campañas que buscan presentar a McDonald’s como una compañía preocupada por la salud de las personas, cuando su menú continúa ofreciendo productos repletos de sodio, azúcar y grasas saturadas.
¿Ecológico? Demasiado bueno para ser cierto.