El apocalipsis financiero no ha terminado. Se está transformando en recesión global.
Y todo indica que vamos hacia una Gran Depresión.
Por espectaculares que sean, las medidas adoptadas en Europa y en Estados Unidos no van a provocar el final de las dificultades.
Así lo admitió el propio Henry Paulson, Secretario del Tesoro estadounidense: “A pesar de nuestro gran plan de rescate, más instituciones financieras van a ir a la quiebra”.
En un informe sobre las crisis de los últimos treinta años, el Fondo Monetario Internacional confirma que las que tienen a los bancos y al sector inmobiliario como protagonistas son especialmente “intensas, largas, profundas y dañinas para la economía real”.
Los efectos ya se extienden por los cinco continentes: en unas semanas, el real brasileño ha perdido el 30% de su valor; el zloty polaco, un 22%; la rupia india, un 10%; el peso mexicano, un 14%. Presiones similares afrontan Indonesia, Filipinas o la República Checa.
Las autoridades estadounidenses ya han inyectado en dinero el equivalente al doble de lo que han costado desde 2001 las guerras de Afganistán y de Irak, en sus diferentes planes de rescate de bancos, cajas de ahorros y compañías de seguros.
Y los grandes bancos del mundo aún necesitan varios miles de millones de dólares… Lo cual les conduce a restringir el crédito a las empresas y a los particulares. Con las consecuencias muy negativas que eso está teniendo en la economía real.
Los países avanzados, entre ellos España, que han recurrido a la innovación financiera para garantizar altas rentabilidades a los inversores, son los que encajan el golpe más duro. El FMI estima que la economía de esos países tendrá el avance más débil desde hace 27 años.
El mundo va camino de sufrir su peor pesadilla desde 1929.
Por sus inéditas dimensiones, esta crisis pone fin al periodo neoliberal basado en las tesis monetaristas de Milton Friedman que dominaron, durante tres décadas, el campo capitalista.
En Estados Unidos, los bancos han trabajado en unas condiciones de libertad absoluta concedidas en nombre de fundamentos ideológicos. Por ello, la clase política norteamericana tiene la responsabilidad del caos actual.
El dogma del mercado infalible se ha autodestruido. En cambio, el modelo de los países que han mantenido algún tipo de control de cambio China o Venezuela, por ejemplo se ve ahora reivindicado.
Y aunque el impacto de la crisis se hará sentir en todo el planeta, esas economías que no adoptaron la desregulacion ultraliberal saldrán mejor paradas.
Algunos analistas resaltan, para América Latina, el interés de mecanismos como la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), el Banco del Sur, o la idea de un banco de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) recientemente propuesta por el presidente venezolano, Hugo Chávez.
Es un momento histórico. Se derrumba no sólo un modelo de economía sino también un estilo de gobierno. Eso altera la hegemonía de EEUU en el mundo. En particular su hegemonía económica.
Sus finanzas dependen de que sigan entrando fuertes sumas de capital extranjero. Y los países de donde procede ese dinero China, Rusia, petromonarquías del Golfo van ahora a influir en su futuro.
En el 2006, China y Oriente Próximo financiaron, a partes iguales, el 86% del déficit de los países industriales.
Para el 2013, se prevé que el superávit chino excederá la totalidad del déficit de los países industriales. Todo ello otorga a Pekín un papel decisivo en el mantenimiento de la estabilidad del sistema financiero internacional. Y es probable que, a cambio, China trate de obtener concesiones en asuntos como los de Taiwan o el Tíbet.
El declive de la economía anuncia, en general, la decadencia de los imperios.
El conflicto de Vietnam acabó con la equivalencia entre el dólar y el oro, e hizo tambalear el sistema de Bretton Woods.
La guerra de Irak, por su coste, ha provocado una transferencia de riqueza de EEUU a sus competidores. La influencia de los fondos soberanos y de China se ha reforzado.
La crisis actual refuerza ese movimiento, y provoca un reequilibrio fundamental: el centro de gravedad del mundo se desplaza de Occidente hacia Oriente.
Pero tal desplazamiento desencadena consecuencias en cascada como las que plantea el ensayista británico John Gray: “Si EEUU se retira de Irak, Irán quedará como vencedor regional. ¿Cómo reaccionará Arabia Saudí? ¿Habrá más o menos probabilidades de una acción militar para impedir que Irán adquiera armas nucleares?”.
Es evidente que Washington está perdiendo poder. La guerra de Georgia, en agosto pasado, mostró a Rusia rediseñando el mapa geopolítico del Cáucaso, sin que EEUU pudiera hacer nada.
La situación económica es tan grave que muchos Gobiernos echan por la borda sus creencias ideológicas, y están dispuestos a adoptar medidas que ellos mismos habrían tachado de heréticas hace poco. Por ejemplo, aumentar el gasto público. Y relanzar las inversiones en obras de infraestructura importantes como estímulo económico. El propio FMI aboga por una intervención pública más radical.
El modelo de capitalismo neoliberal, diseñado por los Estados del Norte para el mayor provecho de los países ricos, ha muerto, pero los presidentes de las potencias llaman a refundar el capitalismo, el próximo 15 de noviembre tendrán su cónclave, no esperamos mucho de esa cumbre.